La alcachofa entre bodegones

La belleza de las alcachofas no solo reside en sus beneficios para la salud, sino que la flor en sí posee cierto encanto que ha conmovido a artistas de todas las épocas. Pintura, escultura o poesía han sido algunas de las disciplinas que han aprovechado la flor, la silueta, el contraste fuerte-suave de esta hortaliza para enriquecer sus obras.

 

Destaca su presencia en el arte, concretamente en la pintura de bodegones. Se trata de plasmar la pureza de elementos naturales o fabricados por el hombre en un espacio en el cual se juega con la luminosidad, el cromatismo y el diseño para transmitir al público una sensación de armonía y serenidad. Se trata de plasmar una naturaleza muerta, aquella que ya no puede ser, pero continúa conservando su belleza y esplendor.

 

Entre los artistas que han destacado en esta tendencia, cabe subrayar al artista español Juan Van der Hamen y León (1596-1631) quien pintó Bodegón con alcachofas, flores y recipientes de vidrio donde las alcachofas acompañan a la belleza y vitalidad de las flores, con colores llamativos y  enérgicos. El cuadro es un óleo sobre lienzo que se encuentra en el Museo del Prado desde 2006 cuando ingresaron al museo cuarenta obras de naturaleza muerta. Es una de las piezas claves del artista, muy diferente a la pintura sobre bodegones que se había llevado a cabo en España hasta entonces. El especialista en pintura española, William B. Jordan, señala que el artista“emplea las superficies lisas y grises de los plintos y la oscura profundidad del fondo para potenciar el rico colorido y la factura plástica de los lujosos objetos”.

 

Otro español que fue pionero en esta técnica fue Antonio Ponce (1608-1677), pintor barroco que se especializó en la naturaleza muerta y las guirnaldas. El artista tomó como referencia a Van der Hamen y León lo cual marcará su obra, aunque con los años se alejará un poco y adoptará un estilo más barroco. El autor representó a la alcachofa en diferentes obras, la más característica es sin duda Bodegon con jarron de Talavera con flores, alcachofas y frutas en la cual la hortaliza se alza como una superior frente a las flores mustias del jarrón. La alcachofa podrá reinventarse, usarse como alimento o continuará en perfectas condiciones por mucho más tiempo, mientras que las flores pintadas morirán poco a poco.

 

Otra pieza clave de esta corriente es sin duda la belga Clara Peeters en cuyas colecciones en el Museo del Prado destaca la figura de esta hortaliza, a cuya silueta consigue explotar para hacer a sus cuadros únicos y extraordinarios. Una obra a destacar es Bodegón con pescado, vela, alcachofas, cangrejos y gambas la cual pintó en 1937. Se trata de un óleo sobre tabla que posee un detalle muy característico, y es que en la jarra de cerámica de Renania pintada se puede ver reflejado el autorretrato de la artista, lo cual era muy raro en aquella época. Este hecho puede deberse a su deseo de ser reconocida, ya que a las dificultades que atravesó esta corriente -la cual no fue muy reconocida por los monarcas y nobles de la época- se le sumaba el hecho de ser mujer.

 

La alcachofa se ha postulado en un terreno tan singular como el arte, donde se recuerda que la belleza de esta hortaliza no son solo sus beneficios nutricionales, sino que se trata también de una flor singular por fuera, que posee un corazón excepcional y delicioso por dentro.

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