Muchos hablan de ella como la reina de las verduras de invierno, lo cual es muy sintomático de por sí. Porque la alcachofa es un producto agrícola muy preciado que alcanza su máximo esplendor en esta época del año. Obviamente, la razón no es otra que unas condiciones climatológicas perfectas, entre las que destaca el frío, un factor fundamental para que esta flor se desarrolle adecuadamente.

Eso sí, en su justa medida: el rango de temperatura óptimo para su cultivo es de, aproximadamente, 5 a 15ºC. Solo de esta forma se produce una correcta vernalización, es decir, el proceso mediante el cual la planta es expuesta a los periodos de frío necesarios para florecer. Hay que tener en cuenta, asimismo, que las alcachofas son muy sensibles a las heladas a partir de los 2ºC negativos y, por tanto, que en ese caso la cosecha podría echarse a perder.

Igualmente, la situación contraria puede llevar a un mismo final no deseado, es decir, las temperaturas más cálidas y un ambiente seco provocan que las hojas de las alcachofas se abran prematuramente, lo cual afecta a su ternura interior, como también a su consistencia. En definitiva, la parte comestible del vegetal corre el peligro de no ser apta para el consumo.

Con todo, es bien sabido que la agricultura queda lejos de ser una ciencia exacta, dependiendo de muchos factores que en su mayoría escapan al control de los profesionales del campo. Incluso en la zona del Mediterráneo, donde la altitud y la calidad del suelo también responden a la necesidades de las alcachofas, pueden torcerse las circunstancias. Sea como sea, ahora es el tiempo perfecto para ellas. ¡A aprovecharlo se ha dicho!